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martes, 31 de mayo de 2011

DESBORDANTE ADRENALINA

Ayer alguien me comentaba sobre su loca fantasía de hacer el amor en un lugar oscuro y correr el riesgo de ser atrapado en pleno acto…
Mi mente se lleno de imágenes y recordé esa vez en que mi amor de turno estaba estrenando carro, no era la gran cosa, pero para ese tiempo para los 2 si lo era. Era su primer carro y tenía que ir a mostrármelo. Llego como a las 8 de la noche y me esperaba en el parqueo, baje y ahí estaba el con su sonrisa orgullosa al lado de su carrito. Lo abordamos y salimos a dar una vuelta.
No íbamos a salir a un lugar especifico así que no me embellecí mucho, me puse un vestidito negro ligero, el pelo en cola de caballo y sandalias cómodas, algo cómodo como para no pasar desapercibida pero tampoco ostentoso como para requerir de una cita. Íbamos hablando de lo contento que estaba de su adquisición hasta que de momento noto que por el cambio de posición que para ponerme más de frente y más atenta en el asiento de al lado hicieron que mi falda se subiera un poco más allá de lo que el pudor permitiese, sus ojos se clavaron en ese pequeño viso de encaje blanco que comenzaba a notarse en medio de la oscuridad de la falda y sin pensarlo llevo su mano hasta ahí, puso a un lado ese poquito de tela que lo había hecho llenar de pensamientos libidinosos.
Con una mano maniobraba como podía el volante del vehículo mientras con la otra recorría entre mis piernas tratando de encontrar ese lugar que hiciese que yo siguiese sus pecaminosos pensamientos. Encontró el lugar, la entrada que lo llevaría a conectar sus pensamientos con los míos, yo abrí las piernas dando señal de aprobación a lo que ya me estaba encantando, su mano errante y traviesa jugaba con mi sexo haciéndome mojar y agitar mi respiración. Mis piernas lo más abiertas posibles lo dejaban entrar y salir de mi a su antojo, lamia sus dedos, los llenaba de su saliva y continuaba en su jugueteo. Mire su pantalón y se sentía que iba a estallar, estaba tan excitado que de momento sentía que se le iba el control del volante.
Mis gemidos eran de puro placer, la velocidad del carro, el descontrol en el volante, sentía un torrente de adrenalina recorrer mi cuerpo. Mis piernas abiertas apoyadas en el tablero del carro, su mano jugando en mi interior y la mía tratando de liberar su creciente excitación por poco hacen que destrozáramos su coche. Se aparco donde pudo, pero el constante paso de los vehículos no nos daba privacidad. 

Pensamos en "El Mirador", un parque bien extenso que por el día se usa como lugar de ejercicios para caminantes, trotantes, ciclistas, patinadores, en fin, no es lo que interesa. 
A esta hora estaba un poco desolado, algunos vehículos cruzan de cuando en cuando. 
Llegamos lo más rápido que pudimos, el éxtasis nos gobernaba, se aparco de nuevo y se abalanzo sobre mí, me quito las bragas, desabrocho su pantalón, su deseo se había convertido en puro fuego... Mi novio era de buena estatura así que el espacio en el carro era demasiado reducido para nosotros. Así que Teníamos 2 opciones, entrar al parque y devorarnos sin pudor, o la más lógica, regresarnos a la casa y dar por terminado el paseo. 

Es bien sabido que ante el deseo desesperante (el como poste de luz y yo mojada hasta la conciencia), la lógica no funciona, entramos al parque, no muy alejados del vehículo, debo confesar que la oscuridad, el saber que alguien nos podía encontrar, con correctivas o dañinas intenciones, añadía dosis extras de adrenalina, nos dejamos llevar por nuestros más primitivos deseos... Baje su pantalón a prisa y su miembro rozaba mi cara, lo metí a mi boca y chupe con ansias, solo lo oía gemir de placer, pero aun quería mas, me levante, apoye mis manos en un banco de concreto, levante mi falda y me puse en esa posición que nos desenfrenaba a los dos, estaba tan mojada que se deslizo dentro de mí, tan rápido y completo que solo grite, sus movimientos eran rápidos y fuertes, Dios que cogida, que éxtasis, que placer, que momento. Llegamos al orgasmo, sentí como su tibio liquido llenaba mi interior y mezclaba los míos, sentí como cayó abatido en mi espalda y yo sacando fuerzas no sé de dónde para incorporarme. Nos tiramos en el banco a recobrar el aliento, nos arreglamos y salimos de ahí como si nada hubiera pasado, me llevo a casa y él se fue a la suya. Debo confesar que una sonrisa perversa se dibuja en mi rostro y mis ojos brillan recordando el DESBORDANTE ADRENALINA... 
                  

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